¿Para qué escribo? Para contar mi historia, una más entre tantas historias de madres, pero no una cualquiera porque es la que me toca. Para contactar madres o padres de la blogósfera, cual botella al mar. Para mantener mi escritura activa. Para registrar momentos mientras mis chiquitos crecen vertiginosamente rápido.

domingo, 31 de diciembre de 2017

Pequeño homenaje a mi abuela, una madre que me enseñó a ser madre

Hoy se termina el año, y como todos los 31 de diciembre, además de los clásicos replanteos y objetivos para el año próximo, dedicaré buena parte del día a recordar con amor y con nostalgia a mi abuela paterna, María. Los 31 de diciembre eran, además de Fin de Año, su cumpleaños. Y aunque hace nueve años que ya no está en este plano terrenal, sigue tan presente en mis sueños y en mi memoria. Hoy me resulta imposible no rememorar todos los festejos de Año Nuevo de mi infancia junto a ella.
Este año le dediqué estas palabras el día del aniversario de su muerte:

Nueve años de extrañarte cada día. Nueve años de pasar frente a esas plantas de florcitas celestes pegajosas y recordarte con ellas enredadas en el pelo. Nueve años del que fue el día más triste de mi vida.

Te sueño, te recuerdo como si hubiéramos hablado ayer por teléfono por última vez. Le hablo a mi hija de vos y se me estruja el corazón porque no te llegó a conocer. Les hablo a mis alumnos de vos y sonrío, pero todavía siento ganas de llorar porque no estás. Hoy justo celebraron en el cole la fiesta de los inmigrantes, ¡cómo no pensar en vos y en todas esas historias que me contaste alguna vez!
Me hacés muchísima falta, abuela María!!! Me gustaría contarte tantas cosas, pedirte tantos consejos (y recetas de cocina), saber tu punto de vista sobre tantos temas, hacerte tantas preguntas que no te llegué a hacer.

Te quiero tanto!!!
Recuerdo con mucho cariño miles de momentos de mi niñez y mi adolescencia compartidos con ella: las tardes en la pileta del jardín de su casa junto con mis primas y mi hermana, las meriendas con las que me recibía cuando volvíamos del colegio (que, a pedido de mi hermanita, a veces incluían platos extraños como sopa de fideos cabello de ángel... a las cinco de la tarde!), los juegos que hacíamos en su casa. Pero hoy no extraño mi infancia. Hoy la revivo de a ratos viendo jugar a mis chiquitos. Hoy, como cada día, extraño muchísimo a mi abuela María. 
Y siento que buena parte de lo que soy como mamá lo aprendí viéndola a ella. Y que, si a veces me pesa la soledad y necesito con desesperación recurrir a alguien mayor en busca de consejo y de experiencia, su voz sería precisamente la que necesitaría escuchar. A veces se me cruza su imagen y vuelvo a escucharla contándome tal o cual anécdota de cuando le tocó criar a mi papá y a mis tíos. Y mucho más, me acuerdo de sus cuidados, de su ternura, de la rutina a la hora de dormir cuando nos quedábamos en su casa, de las oraciones con las que rezaba y de su voz cantando en ruso palabras que yo no entendía. Cómo me hubiera gustado que mis hijos también la conocieran. Pero algo de ella les llega, estoy segura, en la mamá que yo soy.

Esta noche brindo por ella, claro, brindo por todos los recuerdos compartidos, brindo por otras mamás que también me enseñan (como mi propia mamá, una abuela que mis hijos disfrutan como yo disfruté de la mía), brindo por mi compañero de todo este viaje y, por supuesto, por mis dos pollitos.

¡Feliz 2018 para ustedes que me están leyendo!

sábado, 23 de diciembre de 2017

Los mejores libros de 2017

Antes de ser mamá, vengo siendo profesora de Lengua y Literatura. Antes de eso, estudié Letras. Y antes, muchísimo antes de ser estudiante, me convertí en una lectora apasionada. Desde que tengo más o menos la edad de Dani, los libros son una parte esencial de mi vida. Hoy en día, que estoy ocupada criando a mis hijos y muchas veces siento que tengo pocos espacios para mí, la lectura diaria es un espacio al que no he renunciado. Puedo perder ratos de sueño, que no dejo de leer al menos unas páginas. Incluso en las primeras semanas de puerperio con ambos hijos, mientras me acostumbraba a los ritmos de la teta, nada impidió que un libro fuera mi lugar perfecto.

Por esta vez, no voy a hablar de mi maternidad. Voy a dedicar esta entrada a reseñar brevemente los mejores títulos que me tocó leer en este año que se termina, en caso de que alguien esté buscando recomendaciones para poner debajo del arbolito de Navidad. Aclaro: no son libros necesariamente nuevos ni mucho menos, sino que los leí por primera vez en 2017. Y el único criterio para elaborar este ranking es mi gusto personal. Bueno, qué quieren, después de todo este es mi blog...

La chica del tren, de Paula Hawkins: Empecemos con una lectura livianita para pasar un buen rato. O, mejor dicho, para angustiarse y dejarse atrapar por las páginas de esta vertiginosa novela policial. Destaco a la protagonista -alcohólica, recientemente divorciada, desocupada y deprimida- con la que pese a todo es imposible no identificarse.

Emma, de Jane Austen: Todos los años trato de leer alguna novela o libro considerado clásico. Esta vez le tocó a la autora inglesa que me encanta por su fino sentido del humor, ironía y caracterización de ese mundito de personajes. Pero además, este libro me divirtió mucho porque me hizo acordar a la película de mi adolescencia, Clueless, que después me enteré, está directamente basada en la novela.

Neverwhere, de Neil Gaiman: Este para mí fue el último autor en ingresar a mi top 5 de escritores preferidos. Y si bien la mayor parte de su obra la leí entre 2015 y 2016, este año le tocó a esta novela de fantasía que mezcla personajes provenientes de otros libros, misterio, vueltas de tuerca, diálogos exquisitos y descripciones muy vívidas. No se compara con Sandman, su obra maestra, pero siempre está bueno volver a Gaiman y a sus mundos.

El nombre del viento, de Patrick Rothfuss: Y si hablamos de fantasía, cabe mencionar a este autor, al que le dediqué un par de meses porque sus novelas son larguísimas. Es una historia de aprendizaje, magia y fantasía, que me recordó a otros autores a los que en su momento disfruté mucho más (como Tolkien, Ursula LeGuin e incluso J. K. Rowling) pero que me entretuvo bastante. Lo peor en su contra: aún no sale la tercera y última parte. Y para estar esperando, ya tengo bastante con Los vientos de invierno de GRRM.

Fables: March of the wooden soldiers, de Bill Willingham, Mark Buckingham, P. Craig Russell y Steve Leialoha: No fue un año donde me abocara especialmente a la novela gráfica, pero sí disfruté de este cuarto volumen de una de mis series preferidas. Para quienes aún no conozcan Fables, se trata de una historia donde los personajes de los clásicos cuentos de hadas han perdido sus dominios en una guerra, y se han exiliado a la ciudad de Nueva York, donde se hacen pasar por seres humanos.

La magia del orden, de Marie Kondo: No todo es ficción en mis mundos de lectura. Este librito me gustó mucho porque me dio tips concretos que pude aplicar a ordenar mi casa y me confirmó algo que vengo presintiendo desde hace tiempo, y es que uno vive más tranquilo (y sí, se podría decir que es más feliz) cuando tiene menos cosas.

Las cosas que perdimos en el fuego, de Mariana Enríquez: Si tuviera que elegir un libro solo para recomendar de todos los que leí este año, elegiría este, de cuentos de terror de esta escritora argentina que fue traducido y publicado en varios países. Hacía tiempo que no me tocaba experimentar una verdadera sensación de miedo al ir leyendo. Cuentos perturbadores, oscuros, y sin embargo, con una belleza ineludible.

No me llames Tami, por Eugenia Alcatena, Melisa Martí y Florencia Miranda: Siguiendo con el terror, este libro combina un homenaje al género con el toque nostalgioso de los ochenta debido a su formato Elige tu propia aventura. Tuve el privilegio de ser una de las primeras en leerlo cuando solo estaba en formato blog. Ideal para mi generación de lectores.

El cuento de la criada, de Margaret Atwood: La novela de 2017 para mí, aunque hace más de 30 años que fue publicada por primera vez. Un relato distópico que muestra una sociedad totalitaria donde las mujeres nos hemos convertido solamente en portadoras de un útero. La protagonista ya no tiene nada propio, ni su nombre, ni puede escribir puesto que está prohibido. Simplemente puede hablar para sí misma, contar este cuento con la esperanza de que alguien lo escuche. Se puso muy de moda (y, sí, yo llegué a él) gracias a la serie homónima que arrasó con los Emmy.

Ready player one, de Ernest Cline: Termino el año con esta novela de ciencia ficción que pronto llegará a los cines de las manos de Steven Spielberg. ¿Quién más podría adaptar este inmenso homenaje a la cultura popular de los años 80, desde referencias a la música, al cine y la televisión y, sobre todo, a los videojuegos?

¿Leyeron alguno de estos títulos? Si pueden, déjenme en sus comentarios alguna sugerencia para arrancar con todo mis lecturas de 2018.



martes, 19 de diciembre de 2017

Cumpleaños y replanteo de resoluciones

En este blog he hablado de los cumpleaños de mi hija mayor, del de mi Quiqui, hasta del de su papá, pero el mío como que pasa desapercibido. Como me ocurre en la vida fuera de la pantalla, desde que soy mamá ya mucho que no le doy bola. ¿Será porque después de los 30 dejó de entusiasmarme soplar las velitas? No, creo que en realidad es porque llego tan cansada a esta época que no tengo ganas de ponerme a organizar grandes planes, en especial cuando hace una semana atrás estábamos festejando el de Dani y dentro de una semana más, estaremos en plena Navidad.
¡Me la paso soplando velitas!
Pero esta fecha no me pasa desapercibida. No me da lo mismo estar cumpliendo los 36. Me gusta mucho que sea mi cumpleaños aún cuando no tenga demasiadas ganas de planificar un gran festejo. Me entusiasma que vengan mis amigos y mi familia a visitarme. Y me pega bastante descubrir que ya pasó otro año, que ya tengo que añadir el "todavía" a la frase "soy joven". Dani lo soltó la otra vez en un almuerzo: "Mami, papi, ¿están empezando a hacerse viejitos?"

Esta vez se me ocurrió revisar aquella lista de resoluciones que armé hace casi un año y me doy cuenta de que el tiempo no pasó en vano: algunas las cumplí al pie de la letra, otras no tanto, otras para nada, pero me sirvieron para aprender y para tratar de mejorar la puntería cuando haga falta. Por ejemplo...

FAMILIA: Juego bastante con mis hijos (aunque no me pongo el reloj con eso de los 30 minutos diarios). Descubrí que un buen momento es cuando el papá da sus clases particulares de los viernes. Me encierro con los nenes en su cuarto y no tengo nada más que hacer que verlos jugar y compartir sus juegos. No hicimos tantos paseos especiales como me hubiera gustado, pero ahí el que nos falló este año fue nuestro viejo autito... y aún así, pudimos hacer algunos lindos. Lo que todavía no consigo es leerle un libro entero al gordo: ¡lo manotea antes! 
PAREJA: Salimos solos una vez al mes  por semestre. Y no, no es fácil todavía encontrar ratos para nosotros. Este año funcionamos más que nunca como team mom&dad. Estamos los dos agotados por la falta de sueño y la falta de plata. Creo que la buena noticia es que seguimos casados. Si no nos divorciamos hasta ahora, creo que somos irrompibles, ja.
TRABAJO: Excelente. Creo que fue el mejor año de mi vida en lo laboral. Cumplí con todos y cada uno de mis objetivos. Solo necesitaría ganar más plata.
AMIGOS: Igual que los ratos de juego con mis hijos, no cumplí con la frecuencia aunque creo que sí con la calidad. 
SALUD Y BELLEZA: Otro objetivo logrado fue el de sostener la natación durante todo el año. ¡Estoy orgullosa de haberme propuesto mantener el ejercicio y no haberlo dejado! Me encanta ir a nadar, es un rato para mí. Además, recuperé mi peso de antes de quedar embarazada... y comiendo chocotortas, debo decir. Así como puedo sostener la actividad física, para las dietas no tengo ninguna voluntad. Prefiero entrenar más y seguir comiendo lo que me gusta. Y ya no me siento una mamá zaparrastrosa.
VOCACIÓN: De nuevo, la escritura profesional se come a la escritura por placer. No hubo taller literario este año... aunque sí pude seguir escribiendo en este espacio, y eso también vale.

Todavía no me tracé objetivos muy claros para 2018. Pero estoy más que contenta con los objetivos que sí pude cumplir antes de mis 36. 

Y ahora sí, ¡feliz cumple para esta Mami Reloaded! ;)

viernes, 8 de diciembre de 2017

Cinco años: maternidad de madera

Malísimo el título, pero lo importante es destacar lo importante de esta fecha: hoy hace cinco años que me convertí en mamá. Hoy Dani vivió un día precioso junto a nosotros y sus abuelos y tía, sopló sus velitas, abrió preciosos paquetes y recibió muchísimos mensajes de familiares y amigos. Además aprovechamos la fecha para decorar la casa con adornos navideños. Y ahora espera con ansiedad, dentro de unos días, la fiesta prometida con todos sus compañeritos del jardín.
Pero esta vez quiero escribir sobre lo que para mí significa esta fecha. Desde hace cinco años, vivo los cumpleaños de mis hijos con más intensidad que cualquier otro día -ni qué decir de mis propios cumpleaños, que por ser algunos días más tarde que los de ella, pasan medio desapercibidos. Espero yo también estas fechas con entusiasmo, y verlos disfrutar a ellos representa todo para mí. Pero también es un día importante en lo personal, porque convertirme en mamá me cambió la vida para siempre, en todo sentido, y más profundamente de lo que me hubiera imaginado. 
No es fácil. A veces todavía puedo sentir un poco de nostalgia por mi vida anterior, extrañar las salidas en pareja y poder ver los estrenos en el cine, las largas juntadas con mis amigos sin mirar el reloj ni sentir que le estoy sacando horas al sueño... ay, el sueño, poder dormir algunas horas de corrido, despertarme después de las 6 y media de la mañana, especialmente si es feriado o domingo (Quiqui, gordo, te estoy hablando a vos). 
Cuando mi mamá me ofreció sacar esta foto frente
al "Monumento a la madre" le dije "yo
justamente no merezco ningún monumento..."
Peor aún, a veces siento que no puedo. Que mamá "no da más". Que no aguanto otro fin de semana en la guardia de la clínica porque el gordo cayó con algo que pescó en el jardín maternal. Que voy a prenderle fuego al auto si se rompe una vez más. Que en cualquier momento el cuerpo me dice "basta" y caigo comatosa durante un año y medio, para recuperar todo el sueño atrasado. Que no sirvo para esto, que lo hago todo mal.
Pero por suerte esta horrible sensación no dura. La mayor parte del tiempo siento que ser mamá es todo. Todo lo que hice bien en la vida. Toda mi huella, mi legado. Que el mundo es un lugar más lindo porque mis hijos están en él, y no solo para mí y para su papá: las muchas manifestaciones de afecto que mis chiquitos despiertan a diario, las amistades que Dani se supo ganar, la ternura que generan en quienes los conocen, me hacen saber que ellos dos alegran muchas vidas, no solamente las de sus padres. 
Y respecto al cansancio -que también está incrementado por la época del año, como nos pasa a todos- me doy cuenta de que mamá siempre tiene más para dar. Se me pueden agotar la paciencia, la energía, la imaginación, la escucha, la tolerancia... pero el amor, eso sí que no se agota. De eso sí siempre queda algo más para dar. Y del amor este tan incondicional que las mamás sentimos por nuestros hijos vuelven a resurgir, cual ave Fénix entre sus cenizas, la paciencia, la energía, la imaginación y todo lo demás. Porque nuestros hijos nos necesitan. Y porque nosotras también los necesitamos a ellos, los necesitamos felices y bien.

Dani, te doy las gracias por enseñarme día a día a ser mamá. Por ser mi compañerita. Por las gelatinas y las galletitas que cocinamos juntas. Por los cuentos, los besos y abrazos y las oraciones a la hora de irte a dormir. Por las carcajadas que le arrancás a tu hermano. Por tu picardía, tu inocencia y tu curiosidad.
Aunque hoy no sea tu cumpleaños, Quiqui, a vos también te doy las gracias por esta segunda oportunidad de aprender, de seguir aprendiendo. De ejercitar en esta etapa más que nunca la atención y la paciencia. Por tu brillo en la mirada, por tu cabecita apoyada en mi hombro cuando te abrazo, por escucharte decir "mamá" y buscarme con tus bracitos levantados hacia arriba.

Y perdón por las veces en las que les fallo, en las que no puedo, en las que no les devuelvo la sonrisa o no tengo paciencia para decirles las cosas de mejor manera. Prometo seguir aprendiendo junto a ustedes. Compréndanme: llevo solo cinco años en este oficio, me queda mucho por mejorar. 
Pero tengo todo mi futuro por delante para seguir haciéndolo. 

Soy, desde hace cinco años y para toda mi vida, mamá.