¿Para qué escribo? Para contar mi historia, una más entre tantas historias de madres, pero no una cualquiera porque es la que me toca. Para contactar madres o padres de la blogósfera, cual botella al mar. Para mantener mi escritura activa. Para registrar momentos mientras mis chiquitos crecen vertiginosamente rápido.

lunes, 17 de octubre de 2016

Tejer

Me reconozco como una persona muy ansiosa. Lo padezco desde que soy muy chica y me cansé de escuchar a los demás quejarse de mi pesimismo y de mi tendencia a anticipar desgracias. De hecho, recibir hace algunos años un diagnóstico profesional de TAG (Trastorno de Ansiedad Generalizada) fue más un alivio que otra cosa. Me explico, no es que "yo fuera así" por ser yo, sino que muchas de las características más molestas de mi personalidad eran atribuibles, justamente, a mi ansiedad. No era "marianismo" esa vocecita interior que me decía que un dolor de cabeza era una aneurisma a punto de estallar, o que el mundo se iba a terminar el 21/12/12 según una supuesta profecía maya, o que si mi marido no respondía el celular era porque lo habían asaltado: era mi ansiedad.

Reconocer mi trastorno de ansiedad, comenzar a tratarlo y sentir cómo mi vida mejoraba fueron, casi casi, la misma cosa. De todas maneras, varios años después sé que la ansiedad es algo con lo que deberé convivir de por vida, algo tal vez sin lo cual no sería quien soy, que también me ha ayudado a ponerme las pilas con muchas cosas (ser organizada, cumplir plazos, aprender a trazar metas realistas, llegar a determinados objetivos, etc.)

Y, por supuesto, como madre no pude otra cosa más que ser ansiosa. En mi primer embarazo (y bastante menos en este segundo) tachaba los días del primer trimestre pensando que cada uno que pasaba mi bebé tenía más chances de nacer. Esperaba con ansiedad las consultas médicas con una lista de preguntas. Contaba los días que pasaban hasta la siguiente ecografía.
A la vez, no quería transmitirle esta ansiedad a mi bebé. Cuando estaba de 6 semanas de embarazo de Dani, tuve un pico de presión alta. Cardiólogo y holter de por medio, la conclusión fue la siguiente: estás cagada en las patas. Bajá un cambio si no querés que todo eso le llegue al bebé.
Me ayudó mucho comenzar a hacer yoga de embarazadas, para centrarme en el presente (si bien no tanto como me gustaría, pero algo es algo). Busqué conectarme con la respiración y con el ahora. Y cada vez que me aparecía un pensamiento cuco, me repetía a mí misma: "no es una premonición, no son poderes proféticos, es solamente tu ansiedad, no le hagas caso".

Comenzando la manta de Dani, si Fiona me deja.
Pues bien, otro de los recursos que me ayudó a paliar mi ansiedad, a conectarme con el momento presente y a bajar un cambio en mis pensamientos -tanto los negativos como los positivos, porque lo cierto es que mi cabeza siempre va a mil y a veces me agota, además de agotar a quienes tengo a mi alrededor- fue el que le da título a esta entrada: aprender a tejer. Estaba embarazada de pocos meses de Dani cuando una compañera de trabajo me enseñó los primeros pasos básicos, como ser montar los puntos, hacer la trama básica santa clara y revés, cerrarlos. Con ella y con algunos tutoriales de Youtube como este, logré terminar -en varios meses- mi primera mantita para mi hija.

Desde entonces, le he hecho a ella un gorrito, unas polainas y dos bufandas, además de mantas para varios bebés de familiares, amigas y colegas, más bufandas para mi hermana, para la madrina de mi hija, para mi marido, para mi mamá...
Con Quiqui fue la primera vez que tejí con hilo, ya que lo esperábamos para una época del año más cálida. Fuimos a comprar el material con Dani, que me ayudó a elegir un color que le fuera a gustar al "hermanito menor". Empecé la manta junto con mi licencia por maternidad, y tejiendo un rato cada día, la terminé un par de semanas antes de que él naciera.

Proyecto terminado.
Tejer me ayuda a bajar mi ansiedad porque me conecta con lo que estoy haciendo. Mantiene mis manos ocupadas y mi mente más libre. Me relaja, me ayuda incluso a conciliar pronto el sueño y a dormir mejor. Siempre me gusta tejer un rato antes de tomar una siesta reparadora. Y lo veo como un pasatiempo productivo, ya que cuando termina todo, te queda una cosa hermosa terminada, no como ocurre con esas granjas o ciudades virtuales de los jueguitos de Facebook con los que tiempo atrás dejaba pasar las horas muertas...

Mi abuelo me dijo un día, respecto a mi tejido para mi bebé: "Cada punto es un beso que le da su mamá". Pero también es una palmadita de confianza, una caricia y un estímulo que me doy a mí misma.


2 comentarios:

  1. Hola! gracias por comentar mi post en BabyCenter. Qué interesante tu historia, justo hoy hablaba con una amiga de cuántos niños y adultos lo pasan mal por tener algún trastorno que simplemente con saber cómo tratarlo cambia la vida. Me has animado a encontrar tiempo para aprender a tejer :D Gracias!

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  2. Qué bueno, Norma! Ya sé que estás muy ocupada con tus hijas, pero tejer es una actividad que te permite echarles un ojo mientras juegan. Ni qué decir, realizarla mientras conversan sobre lo que hicieron durante el día. La recomiendo fervientemente.

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